lunes, 10 de enero de 2011

¿Y cuando muera Fidel?


La pereza agraciada de sus quehaceres,  impasible ante el paso de los mayores contratiempos, una forma especial  de andar la vida, sin prisas “porque matan”.  La pasión por la lujuria y el amor más acérrimo, la fiereza en el cortejo,  la calidez en el trato humano y el aspecto  insulso de sus ciudadanos pero desafiado por la inteligencia de la mayoría, dan cuenta de una nación peculiar pero cansada y defraudada por lo que un día  significó el grito: “por una cuba libre”. Una nación cuya belleza ha escapado de las amenazas climatológicas y las revoluciones y presiones políticas.
Cuba siempre ha sido un símbolo para los que anhelan la verdadera independencia de un país y la capacidad de auto potenciar su desarrollo. O quizás eso fue algún día, época en la que el líder Fidel Castro, alzado una vez conseguida la revolución socialista del 59, llevó a cabo las medidas que consiguieron satisfacer a una sociedad con ansias de libertad. Para ello nacionalizó las grandes  empresas norteamericanas, estableció la educación gratuita y la llevó hasta el campesinado,  demostró su preocupación por una sanidad por y para el pueblo y el derecho a una vivienda asequible, junto con nuevas reformas agrarias que acabaron con la escasez de la clase media, la nacionalización del capital extranjero y la reforma urbana. El fervor que levantó la revolución socialista entre el pueblo, después de una dura dictadura batistiana, hizo que quedara asentada la esperanza de un futuro alentador. Un sueño que con el paso del tiempo, aunque lento, se hizo y se hace cada vez más lejano, una espera eterna, pero impaciente.
La isla de Cuba es conocida como uno de los países más independientes del mundo, pero por ello ha pagado un alto precio. El castrismo, bajo el miedo de un capitalismo cada vez más globalizado y atroz ha querido neutralizar y provocar la desaparición de cualquier objeción y elemento herético al régimen establecido, desarrollando medidas tan represivas como las que coartan la libertad de expresión o las que neutralizan las disidencias políticas. Desde que se estableciera en los 60 el partido socialista único, aquel Fidel Castro entregado al pueblo se fue convirtiendo en uno de los mayores enemigos de la libertad. Tal es el caso de los encarcelados en la conocida Primavera Negra del 2003 por defender la libertad política u opciones contrarias a su forma de gobierno. Lejos queda la idea perfecta de un socialismo popular de rostro humano, del reparto igualitario y de la defensa a ultranza de los derechos del individuo, cuando se intenta imponer por la fuerza un sacrificio involuntario, como es el hambre, la escasez de recursos básicos y el éxodo, que en la mayoría de las veces  aunque provoca la ruptura y el sufrimiento de familias, sirve como alternativa de salida para poder sobrevivir.  Muchos sueñan en su marcha de la isla para poder mejorar la situación, pero numerosos son los casos de los que, reacios a abandonar su hogar, siguen arraigados a la posibilidad de un futuro mejor. Mientras la incertidumbre se adueña de sus ciudadanos, la isla es el objeto de mira de países como EEUU, que a la espera de que el régimen caiga con la muerte de su dirigente quieren imponer sus propias leyes de mercado, para que la isla, encerrada en el más bello antaño, se convierta en una economía sin nación. Dicen abogar por el cumplimiento de los derechos internacionales mientras mantienen un bloqueo y embargo económico que no ha hecho sino acrecentar la pobreza.
Mientras la isla se convierte en el tiro al blanco de los países occidentales y capitalistas, Castro amenaza con la militarización de todos los servicios públicos para que una vez caiga su figura no haya posibilidad de cambio. Mientras todo ello ocurre, los cubanos, las verdaderas víctimas de este juego de ideologías y poder, siguen observando el paso del tiempo, perezosos ya en una alternativa revolucionaria, cansados de luchar, de añorar su tierra en el exilio, con miedo a volver, con ganas de salir, con ganas de no seguir siendo la marioneta cuyos hilos mueven otros. 

Suerte tengan los que vivan el renacer de la isla o los que escapen de ella para no hechar la vista atrás y levantar cabeza, porque otros han desaparecido o muerto en el intento.










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