domingo, 14 de noviembre de 2010

Sentencia de lapidación


De rodillas, con medio cuerpo enterrado o dentro de un saco, con las manos atadas y con el rostro tapado. Así es como se encuentran las mujeres condenadas a lapidación antes de la hora de su muerte, hasta que lentamente su cuerpo sanguinolento desvanece en el suelo   y  las “manos inocentes” que la juzgan  han arrojado la última piedra. 
 Con el paso de los años y el reconocimiento de los derechos humanos la práctica de la lapidación entró en desuso, pero actualmente, en algunos países de corte fundamentalista islámico regidos por la Sharia como en África, Asia y Oriente Medio se sigue practicando como condena de muerte para las mujeres que han cometido adulterio. La lapidación está específicamente concebida para aumentar el sufrimiento de la víctima, ya que para llevarla a cabo se escogen piedras lo suficientemente grandes como para causar dolor, pero no tanto como para matar a la víctima en ese instante. Cuanto más lento y doloroso haya sido el proceso de su muerte, mayor justicia se habrá hecho. La Sharia, llamada en los medios occidentales como ley musulmana, es el cuerpo del Derecho Islámico. Constituye un código detallado de conducta, en el que se incluyen también las normas relativas a los modos del culto, los criterios de la moral y de la vida, las cosas permitidas o prohibidas, las reglas separadoras entre el bien y el mal. Un código religioso para vivir y una cuestión de conciencia personal a la que todos los musulmanes se acogen como ley vital.
El caso de la Sharia no es equiparable a ningún otro cuerpo de derecho, en él se diferencia la aplicación de las leyes según el género, atendiendo a una grave discriminación del sexo femenino. De esta forma la lapidación en caso de adulterio sólo se aplica a las mujeres, mientras  la poligamia masculina (poliginia) permite que el hombre tenga cuatro esposas y todas las concubinas deseadas. Sólo la Sharia es capaz de imcunplir uno de los principales derechos de la humanidad, el derecho a la igualdad, regido en el Sistema de los Derechos Internacionales. La clave para que esta práctica rudimentaria y primitiva aparezca en la historia como una actividad arcaica está en manos de la comunidad internacional, únicamente ella tiene la potestad de juzgar como barbarie lo que está pasando a las espaldas de los países occidentales.