jueves, 18 de noviembre de 2010

La incansable lucha del pueblo saharaui

Hay pueblos inmersos en la miseria y cuya voz no alcanza mas allá de sus fronteras,  pueblos que no albergan la mínima confianza en su capacidad de lucha y cuyo aliento ha quedado sumiso a las directrices de los gigantes capitalistas, sufren pero lo hacen en silencio. No parecía este el caso del incansable Frente Polisario, que tras años de intentos fallidos, continuas guerras y esfuerzos, supieron mantener el fervor de la libertad en todos sus compatriotas, hasta que Marruecos quiso arrebatarles lo único que nunca se pierde, la esperanza.
España comenzó a tejer el triste desenlace del Sáhara occidental en los vergonzosos acuerdos de Madrid. Tras reconocer la fuerza que había adquirido el Frente Polisario como movimiento político y de liberación nacional, el gobierno prometió transferir la soberanía al territorio y desvincular su ocupación colonial. Sin embargo, debido a las presiones marroquíes y la lucha por el poder en España, cedió la soberanía de su antigua colonia a Marruecos y Mauritania. Aquí es donde comienza una larga ristra de promesas incumplidas que paradójicamente hicieron  más recios los pilares que sustentan la voluntad de un pueblo saharaui, manipulado pero con alma propia. Al mismo tiempo que el Polisario se vio abocado a una guerra contra Marruecos y Mauritania, supo ordenar el territorio que le correspondía por decisión de su pueblo, organizó la vida en los campamentos de los refugiados y logró dominar las tres cuartas partes de las arenas saharauis, además de las costas y sus recursos pesqueros. Marruecos quiso impedir que los avances saharauis en territorios ocupados fueran más lejos y construyó uno muro limítrofe de arena, de 2700 kilómetros, con un completo sistema de defensa electrónica, artillería automática y minas, construcción para la que contó con la ayuda de EEUU y Francia.
Hay personas que tienen la capacidad de crecer ante las adversidades, en el caso de pueblos enteros suele aflorar la inseguridad y el miedo a lo desconocido, pero la esperanza del pueblo saharaui nunca cesó y la continua lucha por una causa más que justa favoreció el respaldo de países vecinos como Argelia, Libia, Siria y Yemen, que reconocieron la República Árabe Saharaui  Democrática (RASD) como forma de gobierno. Por su parte La ONU condenó la ocupación marroquí  y reclamó el derecho a la autodeterminación del Sáhara Occidental. El supuesto fin de la guerra llegó con los acuerdos de 1991, basados en la promesa de la celebración del referéndum de autodeterminación, una  promesa que nuevamente fue incumplida por la pertinaz oposición de Marruecos a aceptar el resultado, pese al compromiso adquirido por Hassan II ante la ONU.
Hasta hace una semana El Frente Polisario continuaba amalgamando la voluntad de los saharauis a alcanzar un estado independiente y libre, había reunido a las diferentes tribus que conforman la población  en una empresa común, había  dado a la mujer un papel envidiable en el mundo árabe, había garantizado la educación y sanidad a niños y adultos... en suma, había permitido el desarrollo de valores democráticos para su pueblo sin renunciar a los valores culturales del mundo árabe al que pertenecen, hasta que el pasado día 8 el gobierno de Rabat desmanteló por la fuerza el campamento de protesta pacífica en el Aaiún obligando a todos los saharauis a abandonar una lucha que les ha llevado años mantener y haciéndoles comprender que la esperanza, en este caso, es lo primero que se debe perder.

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